domingo, 4 de noviembre de 2018

Se negaba a volver

Las tardes de lluvia
eran demasiadas ya en aquella ciudad.
Correteaban los niños
saltando entre los charcos,
los tenues rayos de sol
que aparecian y desaparecian de entre las nubes,
besaban sus mejillas,
pálidas,
ruborizadas, a veces,
por los pensamientos que paseaban por su mente.

Ni tan siquiera,
el estridente sonido del timbre
la sacó de su universo perfecto de caricias soleadas.
Tres largos y sonoros toques.
Su amiga nerviosa,
gritaba, se alteraba.
Ella seguía disfrutando
de lo cálido de sus mejillas,
y de sus pensamientos.

Ni siquiera notaba que
Lucía revoloteaba alterada a su alrededor,
con prisas,
con exigencias.
Solo quería
seguir disfrutando de su embriaguez,
de sus estado mental,
en las nubes,
de sí misma.

Ni siquiera se daba cuenta de que
su amiga cada vez estaba más alterada,
porque ella seguía desnuda,
con tan solo
una fina bata de seda que
acariciaba su aterciopelada
y
pálida piel.

No quería,
se negaba a volver
a la realidad.
Solo podía recordar la noche anterior.
Solo podía recordar sus manos
recorriendo su cuerpo,
explorando cada uno de sus lunares.
Tan solo podía pensar
en sus labios saboreando su piel,
haciéndole un traje de besos,
dulces,
apasionados.
Nada pudo,
aquella tarde,
borrarle el rubor,
de sus mejillas.


*nOe

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