sábado, 11 de febrero de 2012

El profe de música

Era muy asustadizo,
como los perros callejeros que husmean
en los contenedores por la noche.
Se fundía por las sombras
de la ciudad,
paseaba solo, siempre
con gabardina,
que le cubría desde el cuello
hasta los tobillos.
Todos le conocían
pero nadie sabía quien era.
Solo
lo veían de noche,
o al menos eso pensaban los lugareños.
Unos inventaban
que era porque estaba enfermo,
otros,
los más supersticiosos,
que era un vampiro,
un animal de la noche.
Pero en realidad nadie sabía
quién, o qué era
ese ser que transitaba las calles
todas las noches
a la misma hora,
con el mismo ritmo pausado
las mismas distancias entre paso y paso,
todo metódico,
medido,
cauteloso,
armónico,
acompasado,
preciso.
Todos, absolutamente todos
sus movimientos,
eran como una perfecta melodía
era una sinfonía
de pasos,
gestos,
y recorrido,
perfectos.
Entonces, un niño dijo:
- Ese es el profe de música-
[...]
¿sería cierto?

*nOe

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