miércoles, 17 de abril de 2013

Humo

En las madrugadas,
el humo del cigarro que encendí
al comenzar a escribir,
ya se había disipado.
Ya no acariciaba mis manos,
ni perfilaba las facciones de mi cara.
Ya solo era cenizas
y mal sabor de boca.
En el ambiente,
cargado por ese humo acabado,
dulcemente apestoso.
Eran incontables
las llamaradas que salían de mi mechero
al sentarme frente a la pantalla de mi ordenador.
Pero una cosa si pude contar,
y fueron,
tus dos ojos pidiéndome perdón.

*nOe

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