sentada en la chimenea,
veía el tiempo pasar entre mis manos
como el agua que fluye de cualquier parte.
Miraba por la puerta de la terraza,
una gran cristalera
como caía el agua en la calle,
el silencio,
de dentro, se rompía con el titilar de las gotas
de los canalones.
No sabía que era aquello,
un sentimiento extraño recorría mi ser,
tranquilidad, aburrimiento,
a veces, incluso,
hasta podría decirse que era irritante escuchar
tanto tiempo seguido
el silencio del agua en el tejado de tejas viejas.
*nOe
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